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Vivir un día como migrante

Publicado el 11 de mayo de 2016
por Hugo Laussín / Dora Enríquez en Plano Informativo

Se presentan, algunos ya han recorrido el camino muchas veces y regresado “es costumbre”, “es para completar la boda”, dicen.

Hay agregados nuevos que llegan hoy de otros lados y que han cruzado otros caminos. Aquí es el centro de reunión de muchos .

Se desconfía del nuevo, se le reta con la mirada. Se miden las palabras y el cuchicheo y las miradas de reojo son la mejor defensa.

Tú no vas pa´l norte ¿qué buscas?, se increpa al reportero mientras éste explica y vuelve a explicar lo que busca.

“Yo vengo de Olanchito, allá en Honduras. Voy a Estados Unidos a buscar trabajo, nunca he ido, no sé qué vaya a pasar pero voy con ganas”, señala Edwin quien no supera los 18 años pero que ya piensa en amasar fortuna como lo han hecho los que conoce que se han instalado en el país del norte.

“Los compas allá ya tienen coche y casa y mandan dinero a sus familias de Honduras”, asegura, mientras aferra con insistencia una vieja bolsa de tela negra donde guarda su identificación y sus tres prendas de vestir.

“Traigo la cruz de mi madre y su bendición que me dio para el viaje. Sí, no le gustó que me viniera y nomás me decía cuídate, y yo me estoy cuidando”, señala mientras cierra los ojos y decide guardar silencio.

Los migrantes centroamericanos e incluso mexicanos que utilizan las vías y los trenes para acercarse al norte, están expuestos desde hace muchos años a los peligros del camino que se les atraviesan en forma de accidentes, malvivientes, delincuencia y las propias autoridades que contra toda ley y derechos humanos, abusan de migrantes dándoles trato de delincuentes cuando la ley pide respetar el libre tránsito de las personas.

Más que el hambre, el sueño reparador y el clima, lo que más aturde a los migrantes es la sed. Agua es lo que primero buscan a donde van y donde se quedan.

A plenas siete horas del día el sol ya hace de las suyas secando las gargantas. El polvo y el aire seco ya queman los ojos y las plantas de los pies mientras alguien dice: “ya viene”.

Su avanzar es lento pero lo anuncia con gran estruendo de bocinas y traqueteo incesante. El tren ya se divisa desde lejos y así, sin ocultarse más que un poco, los migrantes comienzan a caminar de prisa adelantando la máquina. “Es para no correr mucho”, explica Jover, quien se presenta como de Honduras y otros lados.

A lo lejos quizá no se vea rápido, pero cercano y esperando colgarse de cualquier lado para treparlo, resulta que las máquinas son bastante rápidas mientras arrastran tras de sí cargamentos inimaginables, coches semivacíos, y otros que de plano, no dejan aplacar la imaginación.

Aferrarse con una mano mientras se corre y se trepa no es tarea fácil ni sencilla y menos si se tiene el aliciente de quedar bajo las ruedas de tren en pedazos o con algún miembro del cuerpo menos.

Una vez arriba y responsando y mientras se recupera el aliento, lo primero que se ocurre es tener sed. He ahí la terrible presencia de la sed en forma de polvo en los dientes y las gargantas.

Se debe buscar refugio de inmediato en cualquier sobra que pueda prestar el tren o de plano, sacar de entre las preciadas posesiones aunque sea una gorra, sombrero o tela para cubrirse del sol.

El área de las Terceras y zonas vecinas, en la capital potosina, dan refugio a los migrantes en sus múltiples zonas vacías mientras que las tienditas de abarrotes dan comida y bebida, dinero de por medio, a los miles de migrantes que pasan al año por la zona.

Los más avezados evitan la Casa del Migrante porque les “quita tiempo” aunque son muchos los que acuden porque saben que entre sus paredes pueden dormir, comer en paz y vivir aunque sea un día, sin el temor de ser extranjeros, sin papeles y sin hogar en un país que prefiere mostrarse caritativo que solidario e igualitario con el migrante.

José supera los 40 años. Es veterano y ha vivido y cruzado desde El Salvador hasta Alaska y de regreso, asegura. Ha trabajado más en México que en Estados Unidos y una vez vio a Rambo (Silvester Stallone) en California, presume.

Para él, el sueño americano fue hace mucho y por lo tanto, olvidado más tiempo aún. No quiere vivir en Estados Unidos aunque se dice adicto a la forma de vida de los ciudadanos de EU. Le gusta también su tierra natal y la visita cuando puede. No es fácil, no cuenta con el dinero para viajar en avión ni cuenta con papeles que lo avalen como ciudadano de aquel país.

Sus visitas a El Salvador se han vuelto además de peligrosas y tardadas, extrañas porque se siente extranjero en su propia tierra.

Se reconoce vagabundo pero ahora que es mayor, teme que ya no le alcancen las fuerzas para cruzar las fronteras como lo hace regularmente.

“Voy a tener que aplacarme y buscarme casa en algún lado”, señala con tristeza.

“Mira, he visto a muchos muchachos ir y venir, también a muchachas y a niños. Algunos han vuelto, otros no. Es como que se los comiera el mundo y no regresan ni se acuerdan de los suyos. El dólar cambia a las personas y las vuelve raras”, señala.

Asegura que los migrantes no saben lo que les espera con la delincuencia y con la forma de ser de los que viven en Estados Unidos. “Cuando llegas te das cuenta de lo que pasa y de quiénes son los gringos y de que nada es tan bueno como se cree”.

Muchos, dice, se quieren regresar a su casa luego luego, pero a muchos otros se los come el orgullo de no volver con las manos vacías.

Otros se pierden, así de simple, dice.

¿Se los come Estados Unidos?

“Si. No dejan de trabajar y no disfrutan”.

El día sigue avanzando y una parada sirve para que muchos bajen al baño y otros tengan tiempo de acomodarse mejor.

Los guardias y garroteros pasan de largo por ahora, más adelante se pondrán más exigentes.

Arriba se van los nuevos, los que quieren ver el mundo y entre los coches se van los veteranos, los que saben que el sol y la sed son lo peor. Además, saben que es más fácil escapar de cualquier mal mientras más cerca del suelo se esté.

Ya no queda nada de la ciudad en el camino y sólo hay desierto que se expande más allá de la vista. Ese desierto que llena de temor a propios y extraños por su soledad y los secretos que guarda.

El sol cala hondo y el tren sigue su camino llevando a cuestas la vida y sueños de muchos, el peligro de otros y el agradecimiento de otros más a un San Luis que aunque los maltrató, o los ignoró o al menos les dio una moneda… Lo importante es que agradecen que los dejen seguir su marcha, su camino de fe por una vida mejor.

Mujeres migrantes, victimas del crimen

Las mujeres migrantes están expuestas a ser víctimas de abuso , acoso, ultraje, intimidación, y otro tipo de violencias machistas que vulneran su integridad y bienestar físico y emocional.  En la búsqueda de mejores oportunidades laborales, las mujeres migrantes están expuestas a padecer todo tipo de violaciones en sus derechos humanos.

Incluso se han dado a conocer casos donde son usadas como “carne de cañón”, además de que también arriesgan su vida al subirse al tren (“La bestia”), aunque son cada vez menos las que se suben a éste.

Este es el caso de Berenice, quien tratando de llegar a la frontera para encontrarse con el padre de su hija y poder tener un empleo en Estados Unidos, fue detenida por las autoridades del Estado de Nuevo León, donde el DIF retuvo a su pequeña ya que no llevaba papeles que acreditaran que ella era la madre.

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Clasificación
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País

Estados Unidos

Temática general
[Migración][Migrantes]

Temática específica
[188][68]



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