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Niños migrantes, dejar la infancia en el camino
Publicado el 15 de mayo de 2016
por Hugo Laussín en Plano Informativo
Josué David ha conocido muchos kilómetros. Ha sido testigo de muchas cosas y hechos que le pondrían la piel de gallina al más valiente. Dice que se ha peleado con muchos “vales” porque sabe defenderse y no le gusta que le falten al respeto. Estuvo en una pandilla y fue por eso que se tuvo que ir de su país natal, Honduras, porque le querían dar “pa´tras” por una chica. Ha cruzado la frontera a Estados Unidos muchas veces y cuando se cansa, se regresa a México para dar el rol en Tijuana o Tamaulipas, depende de donde ande. Tiene 11 años y sus ojos parecen los de un hombre de más de 60. Ojos viejos que han visto mucho a pesar de su edad.
Conoce San Luis muy bien porque aquí anduvo trabajando de lavacoches y se juntaba con una banda que se reúne por donde vivió durante algún tiempo. Ha decidido no regresar a Las Julias, al norte de la ciudad, porque ahí le debe dinero a unos “compas” a los que no les quiere pagar.
“A Honduras no regreso porque ya no tengo a mi jefa ni a mis hermanos. Se fueron pa´l norte y allá los dejé porque no me gusta que me estén dando órdenes”, dice mientras reta con la mirada a cada momento.
Esbelto, alto para su edad y con cierta furia en cada palabra, señala que el viaje en La Bestia es para los nuevos. Él se mueve en camiones, a pie, de aventón, como puede. Se queda en algún lado un día y en otro al día siguiente.
No se considera vagabundo porque asegura que donde puede trabaja y si no puede trabajar, pide en las calles para comer y vestir.
“La gente de México es buena casi toda. Te dan pa´l taco y pa´l agua pero como me ven chavo pues luego se quieren pasar…”.
¿Pasar? ¿Cómo?.-
“Pues así, que me vaya a su casa con ellos o que trabaje para ellos”, dice sin especificar quiénes son “ellos”.
Tras preguntarle, señala que son muchas las personas que andan buscando chavos para trabajar de ayudantes y que como lo saben migrante, no le quieren pagar más que con comida y a veces ni eso.
“Un don me contrató en Zacatecas para que le ayudara en una tienda, pero luego no me pagaba y nomás me gritaba. Me daba de comer nomás una vez al día y ya no le seguí porque me cayó mal y me fui pa otro lado”, explica.
Josúe David no cuenta más que con los primeros años de estudio. Sabe leer y escribir por necesidad sin embargo se declara bueno para los negocios porque compra peluches baratos y luego los vende en los cruceros.
Encontrado en Las Terceras, mientras platicaba con otros hondureños, El Vatillo, como le dicen los que lo conocen, sabe de sobra que hay crimen organizado y prefiere alejarse de ellos cuando los reconoce.
“Salí con otro morro de allá (Honduras) y viajamos juntos, pero a él se lo tumbaron en San Antonio porque andaba vendiendo mugres y se quedó con algo”, dice sin sentimiento alguno.
Señala que en Estados Unidos las cosas son más sencillas pero que allá tiene menos conocidos que en México.
“Allá en el norte te encuentras comida en todos lados y la gente te da dólares, pero luego me quieren llevar a los albergues y eso no me gusta, hay mucho vato ahí”.
Orgulloso, muestra un pequeño tatuaje casero de un perro semiamorfo, “era mi perro y se murió pero una gringa me lo rayó allá en el norte pa que no se me olvidara”.
Curiosamente, evita hablar de sus padres y su familia. Niega en todo momento que haya sido maltratado y afirma que si anda de viaje es porque le gusta.
Se niega a ser fotografiado pero acepta un desayuno que con voracidad termina para pedir otro inmediatamente después.
Quiere casarse algún día y poner un taller de motos. Le gustan, pide una vuelta cada que puede y dice que sabe manejarlas.
Asegura que son muchos los chavos de su edad que andan de rol pero que muchos a su vez, se regresan a su casa porque se cansan.
La historia de Josué es la de miles de menores de edad que cruzan el país en busca de llegar a Estados Unidos, siendo la mayoría los que huyen de la violencia de sus países de origen. Sin embargo, en el camino son víctimas a su vez de discriminación, violencia, abusos, robos y maltrato al desconocer la mayoría que son candidatos naturales a protecciones internacionales y asilo, por el hecho de ser menores.
Según datos del Instituto Nacional de Migración, en 2015 fueron detectados y asegurados 35 mil 704 menores de 18 años, 52 por ciento más que en 2014.
Muchos de estos menores son repatriados sin defensa alguna, pues la mayoría no pide asilo al saber que esto les implicaría más detención en los centros del INM mientras se resuelve su caso.
Estos menores, en su mayoría, tampoco se acercan a instituciones de beneficencia como la Casa del Migrante pues temen ser denunciados ante las autoridades, por lo que los pequeños hurtos y mendicidad es la forma en la que pueden comer y asegurarse alguna prenda para vestir.
Josué, El Vatillo, sabe que puede pedir protección pero no lo hace porque le gusta viajar, conocer y asegura que en algún momento va a tener que detenerse para “ser grande”.
Josué dice que es rudo, lo intenta demostrar a cada rato. Sin embargo, un infantil auto de juguete se esconde entre sus cosas y dice que se pone a jugar con él porque de grande va a tener uno de verdad.
Desayunado, dice que se va mientras con un ligero ahí nos vemos se dirige a buscar un aventón al norte. No en tren, sino en camión porque ahí no hay tantos problemas.
Clasificación
País
México
Temática general
[Migración][Migración][Migración][Niñez migrante]
Temática específica
[125][188][129][164]
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