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Migrantes: camino de sufrimiento
Publicado el 18 de diciembre de 2009
en Zocalo
Saltillo, Coah.- Los mojados, los ilegales, los migrantes, ¿hace cuánto se les ve por la calle con el andar desconfiado, mendigando acaso unos pesos para llegar al norte? ¿Desde cuándo son menos los que alcanzan a cumplir su sueño por un enemigo más peligroso que el hambre y el frío: el crimen organizado.
Hace nueve años la ONU proclamó el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante, desde 1990 se protegen sus derechos, mismos que en territorio nacional hoy son violentados a causa del crimen organizado, que los extorsiona y los secuestra, como lo muestran los hechos y las cifras, pues a mitad de año eran casi 10 mil los que fueron sometidos.
La preocupación no es para menos para activistas en derechos humanos, pues cada vez son menos migrantes los que llegan a lo que antes eran sus refugios, ahora es casi la tercera parte, como sucede en Saltillo, en la Posada de Belén, que hace tres meses ha vivido la campaña de xenofobia más fuerte desde su creación al ser acusada de ser nido de criminales.
Hasta ahora las acciones no han cesado desde la visita de representantes de la ONU en México para avalar la presencia de los activistas que desinteresadamente ayudan a conquistar la frontera, pues pugnan para que algún día no las haya más, sobre todo la más fuerte: la desigualdad.
HISTORIAS CAMINANDO
“¿Y qué quieres que te diga? ¿El camino de sufrimientos que uno tiene que pasar para llegar hasta acá?”, son las primeras palabras de Milagros García, una mujer que inició su andar hace casi un mes, quien, al igual que Carlos Solís, de Guatemala, ha tenido la suerte llegar a Saltillo sin sufrir de un violento camino donde el hambre, el frío y el miedo son el principio de la odisea para llegar a Estados Unidos.
Es un día de fiesta en la Casa del Migrante. Alumnos del Instituto Vivir les llevaron una posada, momentos de alegría que son efímeros ante los recuerdos y el temor de seguir.
“En el camino uno sufre mucho, pero más cuando vienes en tren arriesgándote a que te violen o cualquier otra cosa. Mi necesidad es mucha; tengo un hijo y no puedo darle todo lo que necesita, quizá llegando al otro lado pueda hacerlo.
“Tengo que salir adelante, aunque tenga que venir a sufrir en este camino”, dice Milagros, mientras se aleja de la fiesta en la que observa cómo las jóvenes y algunos de sus compañeros bailan.
Su tono es rudo, pero su sueño no es diferente al que anhelan cientos de mexicanos que también parten a Estados Unidos.
“Es más difícil para una mujer porque todo mundo se quiere pasar. Le doy gracias Dios porque aquí me ha traído sana y salva, y ojalá así lo siga, porque quiero llegar allá, hacer dinero y regresar a mi país por mi hijo”, dice Milagros.
“Milagro”, como suele pronunciar su nombre, espera el milagro de cruzar la frontera como Carlos Solís.
Él es apenas un joven de 21 años, pero en sus ojos hay esperanza de seguir los pasos de seis de sus hermanos, pero, a diferencia de ellos, dice que no se olvidará de sus padres, aunque les haya mentido para abandonar su hogar.
“Un día me puse a pensar: ‘Bueno, mis hermanos se fueron y se olvidaron de mis padres’. La meta mía es ayudarlos, aunque ellos no quisieran que me vaya”, expresa Carlos, quien se convirtió en padre hace un año y medio, luego de dejar la escuela que se hacía impagable.
“Dejé a mi esposa y mi nena; a ella le dije que me guardara en secreto. Voy hasta Boston, Massachusetts, con el único hermano que me quiere ayudar”, dice el muchacho, que ha pasado por diferentes Casas del Migrante luego de cruzar el río Suchiate y que, sin duda, piensa que lo más peligroso está en luego de Ixtepec, Oaxaca.
Es el segundo día más frío que ha vivido en la ciudad, el primero fue cuando llegó ayudando a otro migrante lastimado de la rodilla, mete las manos en sus bolillos y sigue hablando.
“En Ixtepec empiezan los asaltos. Allí unas personas me dijeron que me fuera de día porque de noche salían los asaltantes; yo obedecí, pero otros no y más adelante me los encontré sin sus cosas.
“Luego en Celaya supe que otros 30 chapines, como nos dicen a nosotros, fueron secuestrados; yo estaba en el lugar, pero me fui antes cuando escuché a dos personas que decían que eran hondureños, yo sabía que eran mexicanos y me fui, luego escuché balazos”, dice el guatemalteco.
“Dios es grande que hasta aquí me ha traído”, dice y observa alrededor, donde se puede ver el panorama de la colonia Landín.
La desconfianza entonces no puede faltar en su camino, pues dice que incluso dentro de las Casas del Migrante poco se dirigen la palabra, pues no se pueden descartar las “personas malas” que sólo transitan para dañar.
En cambio, agradece a quien les da cobijo y no termina de alegrarse por la visita de los jóvenes que, sin importarles el estatus de indocumentados, se atreven a escucharlos.
“Lo más admirable de ellos es la valentía que tienen para enfrentarse a todos los riesgos. Ya he venido aquí tres veces y me gusta escuchar sus historias”, dice Diego Saldaña, quien, al igual que 70 de sus compañeros, convivió con los migrantes en una fiesta, en la que no faltó aquel migrante que dijo: “Gracias y que vivan los mexicanos”.
CONTRA LA XENOFOBIA
Sin duda la situación de los migrantes en Saltillo ha vivido momentos álgidos desde el 1 de octubre, cuando la ciudad entera se conmocionó con el asesinato de una comerciante a manos de un migrante hondureño.
A la fecha diversas son las acciones y posturas sobre la estancia de organizaciones católicas defensoras de este grupo, como “Posada de Belén”, que siegue siendo el refugio de miles de centroamericanos que pretenden llegar a la frontera, pese a los actos de xenofobia sufridos.
El caso del hondureño trajo como consecuencia una ola de hostigamiento hacia los integrantes de la Casa del Migrante, cuyo asesor, el sacerdote Pedro Pantoja, pidió la intervención de las autoridades.
“Hace tres semanas han dejado de hacer las llamadas de hostigamiento a la casa, pero siguen las medidas cautelares con cámaras y protección de elementos de las policías Estatal y Federal con tiempos aún indefinidos”, explica Alberto Xicoténcatl Carrasco, director de Posada de Belén Casa del Migrante en Saltillo.
Sin embargo, el caso del hondureño, que en ningún momento se alojó en la Casa del Migrante, aún está en proceso y fue tomado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que busca elementos para esclarecer si hubo tortura por parte de autoridades de la Fiscalía para declararse culpable.
Mientras se busca esclarecer el caso de forma justa, Posada Belén Casa del Migrante, en conjunto con otras dependencias, ha iniciado una campaña de sensibilización social que se lanzará a mediados del próximo año.
“Participa la oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México (ACNUR), el Comisionado para los Derechos de los Refugiados, Amnistía Internacional sección Londres, el Episcopado Mexicano y dos organismos más que están por confirmar (SOS discriminación y la Universidad Jesuita en Guadalajara).
Es específicamente para trabajar en Saltillo a favor de la inclusión de las personas migrantes con o sin documentos”, puntualiza Alberto Xicoténcatl.
La campaña consistiría desde la educación en escuelas hasta mediáticamente, además unir los esfuerzos de figuras públicas interesadas en el tema migratorio.
CRIMEN ORGANIZADO
“La población que se atiende ha bajado mucho. Actualmente pasar la frontera norte y sur de México es terrible por el crimen organizado, que cada vez más se ha adueñado del tránsito, cada vez hay más migrantes secuestrados y cada vez menos migrantes pueden llegar a las Casas del Migrante”, reconoce Alberto Xicoténcatl Carrasco, director de la Casa del Migrante “Posada de Belén”.
Explicó que el año pasado todavía eran más de 14 mil migrantes atendidos, pero el descenso dramático fue en este 2009, que cerrarán con casi 5 mil, cifras atribuibles, desde el punto de vista de Carrasco, al crimen organizado que secuestra y explota a los migrantes.
“Hay casos como los que recientemente se han publicado en los medios como en México o en Tamaulipas. Aquí mismo han llegado personas víctimas de la trata, desde la explotación laboral, o explotación sexual en mujeres, y migrantes que sobrevivieron y narran cómo sus compañeros fueron víctimas de tráfico de órganos”, relató Alberto Xicoténcatl.
Y si bien los migrantes que pueden llegar hasta estos albergues son pocos, lo que va en incremento es el número de mexicanos deportados que llegan para pedir ayuda, casos de igual forma desastrosos, pues se trata de personas que han perdido el lazo con México.
“Con la crisis económica aumentó el número de redadas en Estados Unidos. La cifra de mexicanos deportados atendidos era de 7 al mes, ahora llegan casi a 20. Son situaciones dramáticas porque ya no tienen vínculos en México, porque no tienen familia, no tienen a nadie, se fueron hace casi 40 años con toda la familia. Algunos saben dónde nacieron, pero allí ya no está su familia, no tienen un referente histórico ni cultural”, sostiene.
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