“Es triste tener que salir a pedir dinero a las calles por todo lo que está pasando, pero si me quedaba en Honduras no tendría ninguna posibilidad de mejorar mi condición, ni la de mi familia”, aseguró Juan Carlos Rodríguez, quien desde el mes de agosto llegó a la entidad mexiquense.
Tras ser cuestionado sobre cómo se prepara para evitar contagiarse, el migrante hondureño aseguró que bajo ningún motivo se quita su cubrebocas y antes de salir se encomienda a Dios.
“Sólo Dios puede ayudarnos a llegar con bien a nuestro destino”, asegura con mucha fe.
Por su parte, Laura Moreno, de nacionalidad venezolana, ya analiza la posibilidad de quedarse a vivir en México por tiempo indefinido debido a la crisis sanitaria que se vive.
“Quizás pueda quedarme aquí en México, buscar un trabajo formal y hasta nacionalizarme mexicana. Amo mi país, pero no podía quedarme a vivir en la precariedad que estaba”, mencionó.
Laura es una mujer de 24 años y no le teme a la vida. “Le temo más a quedarme en la miseria, a no luchar por salir adelante, porque vivir en la pobreza es de lo peor que puedes pasar”.
Mientras Alex Amaya, migrante hondureño, también sobrevive de limosnas que le dan los automovilistas en la avenida José López Portillo en Tultitlán.
Él tampoco ha logrado llegar al final de su travesía.
“Mi sueño era llegar a Houston, para trabajar muy duro allá para después construir mi casa en Honduras”, dijo.