Las migraciones por necesidad constituyen un fenómeno que viene agudizándose en las circunstancias actuales del mundo globalizado

Las migraciones han existido siempre, pues se trata de un fenómeno que responde a movimientos naturales de la situación humana. Las condiciones de la realidad son diversas, según las zonas y según los momentos; y por eso las personas se desplazan de un lugar a otro, a veces escapando de las adversidades que les acosan en los lugares donde estaban establecidos y a veces por el imperativo de mejorar sus condiciones de vida en espacios más favorables. La persecución política y la discriminación religiosa juegan su papel en estas dinámicas; y también lo hacen las penurias que se sufren y las aspiraciones de un mejor vivir. Antes muchas de estas realidades pasaban prácticamente inadvertidas porque las comunicaciones eran prácticamente inexistentes; hoy, con el increíble boom de la comunicación global, lo que pasa en cualquier lugar es inmediatamente conocido por todos.

En estos precisos días, la avasallante conflictividad que impera en algunas zonas, como el Cercano Oriente para el caso, genera movimientos migratorios masivos hacia ámbitos más seguros y con disponibilidad real de progreso. Europa está viviendo, al respecto, una ola migratoria constante, que no sólo constituye un desafío de integración de los que llegan a sus diversas sociedades de destino, sino un portillo de alto riesgo, dadas las luchas que activan grupos extremistas implacables contra aquellos que se les enfrentan. El terrorismo también se globaliza, colándose por donde le es factible, y nadie está inmunizado contra él. Los trágicos sucesos ocurridos en París hace unos pocos días lo grafican en forma dramática. 

En lo que toca a nuestra región latinoamericana, las migraciones están marcadas fundamentalmente por la búsqueda de mejoramiento personal. Lo que aquí más atrae es el desarrollo con seguridad. Los desplazamientos de personas desde los países ubicados en el sur más inmediato hacia Estados Unidos se caracterizan por el anhelo de hallar condiciones más favorables para la propia superación. Es cierto que dicha corriente no respeta los requerimientos de un ingreso legal, pero en ningún sentido constituye peligro para la sociedad de destino. Las percepciones se complican con la politización del fenómeno, como lo estamos viendo en la incipiente campaña electoral estadounidense. Todo país tiene derecho a autodefender su legalidad, pero esto hay que hacerlo sin pelearse con la realidad, que al final es la que se impone.

El caso de los cubanos varados en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua es otro ejemplo de cómo los enfoques interesadamente politizados complican más las cosas, ya que Nicaragua ha cerrado su frontera para sumarse a la actitud actual de Cuba frente al hecho. En realidad, las migraciones son dinámicas que no se pueden parar en forma mecánica, levantando muros o persiguiendo migrantes. Lo que hay que hacer es impulsar políticas, tanto en los lugares de origen como en los lugares de destino, destinadas a que en aquéllos se creen cada vez más atractivos para la permanencia y en éstos haya controles humanizados dentro de los marcos legales establecidos. Este es un fenómeno multidimensional que en ninguna parte puede ser tratado con unilateralismos artificiales. 

La apertura de fronteras de todo tipo que es característica del mundo actual incide en toda esta temática, induciendo a emplear una racionalidad que supere los clisés tradicionales. 

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