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La vida después de La Bestia

Publicado el 25 de febrero de 2016
por Priscila Hernández en El Nuevo Herald

La amputación del brazo derecho de Wilfredo queda oculta bajo la tela de su camisa verde. Originario de El Salvador, cuando ya llevaba más de la mitad de su viaje por México su travesía fue interrumpida.

“En ese tren éramos más o menos 600 personas el puñado de migrantes. Nosotros huimos de nuestros países por la delincuencia y nos venimos a topar con la misma delincuencia acá”, recuerda. Después un largo silencio en medio de su relato, sigue: “Llegan y tumban a la gente, el que no tiene dinero ahí lo avientan, el tren va en marcha y van tumbando como si es basura usted, así lo tumban a uno”. Después de que lo arrojaron, no recuerda cuánto tiempo pasó para que llegara la Cruz Roja Mexicana por él y otro migrante que perdió su pierna ese 2 de mayo hace un par de años.

Fue a partir del 2011, según describe la coordinadora regional de migración del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Marie Astrid Blondiaux, que inició formalmente el trabajo de este organismo internacional: “después de un análisis más profundo vimos claramente que las personas migrantes, no sólo las amputadas, constituían y todavía lo constituyen uno de los grupos más vulnerables de la población en la región”.

En total, desde 2002 a 2011 y según la información oficial del Instituto Nacional de Migración en México, 373 personas fueron mutiladas por el tren “La Bestia”. Sin embargo estos datos no aclaran si la mutilación fue de un brazo, una pierna o ambas extremidades. Aunque hay un subregistro, el CICR en México contabiliza 103 casos de migrantes amputados entre 2012 y 2014. En 2012 fueron atendidas 41 personas amputadas, mientras que en 2013 y 2014 la cantidad fue la misma, 31 casos respectivamente. En total cerca de 500 personas según los registros existentes, la mayoría centroamericanos de Honduras, El Salvador y Guatemala.

Aunque la cantidad es variable por años, con una aparente tendencia a la baja, los casos de migrantes gravemente lesionados o enfermos ha aumentado en los últimos años como se revela en esta investigación publicada en la Plataforma de Periodismo LatinoaméricanoCONNECTAS.

En el 2014, año en el que aumentó el flujo migratorio de niños y niñas indocumentados hacia los Estados Unidos, el Comité Internacional de la Cruz Roja reportó cinco casos “tuvimos una frecuencia más alta en el caso de menores amputados y heridos”. Entre esos niños atendidos está el de un bebé de 11 meses que perdió su pierna izquierda cuando cayó del tren junto a su madre el 28 de Mayo de 2014 en la ciudad Ixtepec, en Oaxaca. Esta familias hondureña procede de una comunidad garífuna (afrodescendientes de Centroamérica) y huían de su país por la violencia.

Virgilio, originario de Honduras, perdió a inicio de año su pierna izquierda al caer al tren. Él es de los que esperan a que sus heridas sanen para volver a sus países mientras en el Albergue “Jesús, el Buen Pastor”, en Tapachula, México, otros tantos como él encuentran un hogar de paso donde recibir la prótesis donadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja, a través de su programa de asistencia a migrantes.

“Estuve un tiempo viviendo en mi patria. Después de mi accidente viví cuatro años en Honduras, después me vine para México y así he estado viniendo y saliendo”, dice Raúl para explicar su vida desde aquel 2006 en que su viaje hacia Estados Unidos quedó detenido cuando perdió sus dos piernas. Él vive en Tapachula junto a otros migrantes que siguen sin retornar a sus países de origen; algunos intentan vivir del comercio, pero la mayoría pide dinero en las calles.

Otras víctimas de La Bestia ya regresaron a sus hogares, donde una nueva lucidez ganada tras adquirir la condición de discapacidad les hace señalar claramente que las injusticias que los empujaron a salir continúan y se repiten con ellos una vez más, retornados y con discapacidad.

“Yo tengo cuatro hijos y los cuatro estudian. Yo pago renta, yo vine a hablar a Casa Presidencial para que nos apoyaran con un plan de vivienda, eso fue hace dos años y todavía no se realiza. En este momento yo estoy debiendo siete meses de renta y quieren que yo desaloje”, dice Norman, hondureño mutilado en 2005 y vicepresidente de la Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad (Amiredis).

En 2013, el Instituto Nacional de Migración de México (INM) reportó 63,843 migrantes repatriados y el 96.7 por ciento procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador. Apróximadamente la mitad son detenidos cerca de la frontera con Guatemala y devueltos desde Chiapas, al sur de México. El goteo es incesante y aunque algunos de los migrantes planean volver a intentar llegar a Estados Unidos, no todos se dieron cuenta que la ruta migratoria cambió en México a partir del programa Frontera Sur que lanzó el Gobierno Federal en agosto. El tren dejó de cargar a miles de migrantes arriba de sus vagones, que ahora se mueven entre los matorrales y montes caminando largos trayectos. A pie y hasta por ruta marítima, los migrantes tienen que esquivar los operativos del Instituto Nacional de Migración.

Los activistas que atienden en diferentes albergues, como la Casa del migrante “Hogar de la Misericordia” en el municipio de Arriaga, Chiapas, advierten que la nueva infraestructura ferroviaria, el cambio de durmientes o mallas ciclónicas en diferentes puntos exponen más a los migrantes. Advierten que esto los invisibiliza al tener que tomar nuevas rutas y aumenta el riesgo de lesiones o mutilaciones.


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