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Familiares de migrantes asesinados en San Fernando no han recibido apoyo de México

Publicado el 25 de agosto de 2020
por Carlos Manuel Juárez para Animal Político. Foto por Cuartoscuroi

Por lavar ocho horas ropa ajena Marleny Suárez ganaba 100 lempiras (4 dólares), en El Guante, Honduras. Desde marzo, por el coronavirus, se quedó sin trabajo y ahora busca qué darle de comer a su hija Yessica Xiomara, su hijo Luis Miguel y a los sobrinos de los que se hace cargo  tras el asesinato de su hermano.

Es madre y viuda. Cada día la angustia de Marleny Xiomara crece ante la falta de dinero para pagar las 1,500 lempiras (61 dólares) de la inscripción de sus hijos a la escuela. Cada día Marleny Xiomara se pregunta cómo sería su vida si Los Zetas no hubieran asesinado a su esposo Miguel Ángel Cárcamo junto con 71 migrantes más, la noche del 22 de agosto de 2010 en San Fernando, a menos de dos horas de alcanzar la frontera con Estados Unidos, en Tamaulipas.

“Me dijeron que me iban a ayudar con becas a los cipotes (hijos)”, reclama la mujer y recuerda que el 1 de septiembre de 2010, cuando el gobierno hondureño le entregó el ataúd con el cuerpo de su esposo, el ministro Miguel Ángel Bonilla le dio su número telefónico para que lo llamara. Le marcó pero cuando contestó le dijo que estaba ocupado. Tampoco en México ha recibido ayuda aunque existe un fondo al que tiene derecho a acceder por ser víctima de la masacre calificada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación como violación grave  a los derechos humanos.

Marleny Xiomara Suárez rezó nueve días seguidos por su esposo Miguel Ángel Cárcamo. Rezó el primer día y recordó a la señora que le decía: ‘¡Ese cuerpo es mi hijo!”. Rezó el segundo, el tercer y el cuarto, sin olvidar a la desconocida mujer que decía: ‘Miguel Ángel no es Miguel Ángel’, y que le hizo dudar de la identidad del cuerpo que enterró. Sigue sin olvidar esa voz.

Marleny sabe muy bien quién es Miguel Ángel. Él pasaba los 20 años y ella los 18 cuando se conocieron un día a inicio de la década de los 90. Al siguiente suspiro, el joven de Maraita le pidió matrimonio. Al siguiente suspiro, él fue por sus pertenencias a la casa de sus padres y regresó a Marleny para quedarse en El Guante.

En 1994, Marleny parió a Petrona Itzael y, dos años después, a Ángel Rogelio. Miguel Ángel le sacaba arena a una quebrada para llevar de comer a su casa. En 2005 nació Yessica Xiomara y 24 meses después, Luis Miguel. El padre se dio cuenta que el sueldo por sacar la arena no era suficiente y comenzó a pensar en la migración a Estados Unidos como una salida.

“Él no le podía comprar ropa a los cipotes y se ponía a llorar y decía que se iba a los caminos para que los cipotes siguieran adelante”, recuerda Marleny en entrevista telefónica.

Miguel Ángel y su cuñado Luis Suárez salieron de El Guante, ubicado a 90 kilómetros de Tegucigalpa, el 2 de agosto de 2010. Rogelio, otro hermano de Marleny con experiencia en migrar, los encontró en Guatemala. En su camino a Estados Unidos hablaba por teléfono con Marleny. En una llamada le avisó que habían deportado a Luis. A mediados de agosto le dijo que estaba cerca de la frontera con Estados Unidos, que le prometía dinero para arreglar la casa de madera y comprar ropa a sus cuatro hijos.

El 25 de agosto Marleny vio la noticia del asesinato de migrantes en San Fernando, pero no pensó en su esposo. Los medios informaban que la Secretaría de Marina halló más de 70 cuerpos de migrantes que habían sido asesinados por hombres armados, integrantes del cártel de Los Zetas, en su camino a Estados Unidos. El viernes 27 del mismo mes, un amigo de la familia llamó a Marleny para decirle que el nombre de Miguel Ángel Cárcamo había salido en la tele, en la lista de asesinados.

El 1 de septiembre, Marleny asistió a la entrega de 16 ataúdes sellados. El presidente hondureño, Porfirio Lobo, dijo que todas eran víctimas hondureñas de la masacre mexicana. A los días siguientes se supo que, por lo menos uno de los cuerpos llegados a Honduras era, por error, el de un joven brasileño. A media ceremonia, una mujer se acercó a Marleny y le dijo que el del ataúd era su hijo. Ella le respondió que Miguel Ángel no tenía mamá. La señora insistió y la hizo dudar.

El último día del rezo del novenario por Miguel Ángel, Marleny y su familia fueron a dejar flores a la tumba. Cuando llegaron al sepulcro encontraron la tierra muy removida. Ella preguntó qué había pasado a una familia que estaba en una tumba cercana y no respondieron. En esos días la policía los vigilaba. Le pidió a Petrona y Ángel que no hicieran bulla y todos regresaron a casa.

La tierra removida la hizo dudar, pero no más que la señora que decía: “¡Miguel Ángel no es Miguel Ángel!”.

“No hallo consuelo”, dice Marleny, en la entrevista, a una década de esos días tristes. Semanas después otra señora la buscó para decirle que no llorara, que Miguel Ángel estaba vivo, que habían sacado el ataúd del sepulcro debido a un error en la identificación. “Aquí en El Guante nadie se lo dije y esa mujer dijo que está vivo, pero a mí no me ha llamado, me dijeron que a los 7 años podía llamar, pero ya van 10 y él no llama”.

A 10 años de la masacre de San Fernando, Marleny sufre por la incertidumbre. En el día a día la pobreza cerca a su familia que sigue habitando la casa a la que hace casi 30 años llegó un joven de Maraita y de la que se fue un 2 de agosto de 2010 en busca de un futuro.

Los Cárcamo Suárez comparten el desamparo con la señora Elvia Yolanda. Ella sigue esperando que México o que el país donde nació, Honduras, le otorguen becas de estudio para sus tres nietos, hijos de Eva Nohemí, asesinada hace 10 años en la misma masacre. “Porque yo ya me voy a morir y ellos, como sea, van pa’rriba”, dijo en la visita que realizó el año pasado a México.

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