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El nuevo escenario de la reforma migratoria

Publicado el 21 de octubre de 2013
en Consultas Migratorias 

 

Hasta la semana pasada, la reforma migratoria agonizaba en el Congreso en medio de una enconada batalla entre demócratas y republicanos por el presupuesto y el techo de la deuda.

Luego de tres meses de negociaciones, el cierre parcial del gobierno durante 16 días y colocar al país al borde de la suspensión de pagos, los republicanos cedieron y votaron a favor de un acuerdo bipartidista temporal que vence en enero.

Los demócratas cantaron victoria y el presidente Barack Obama aprovechó el momento para recuperar una promesa de campaña lanzada por primera vez en 2008: aprobar una reforma migratoria durante el primer año de su mandato.

No lo consiguió en el curso de 2009. Las guerras en Irak y Afganistán, la crisis financiera y el debate de la reforma de salud dominaron la agenda del Congreso y el compromiso fue postergado. El retraso le costó a los demócratas perder, en las elecciones de medio tiempo de 2010, el control de la Cámara de Representantes y algunos puestos en el Senado.

Postura extremista

En 2011 los republicanos impusieron su agenda y el tema de la reforma migratoria fue engavetado. En enero de 2012 la campaña presidencial arrancó con mensajes contrarios a la reforma migratoria y llamados a la autodeportación, y sugerencias de proyectos de ley que pusieran fin al problema de la inmigración indocumentada con redadas, encarcelamiento y deportaciones masivas.

El 20 de septiembre de 2012 Obama, durante un Encuentro con Univision en la Universidad de, el único debate en español registrado durante la campaña presidencial entre el candidato demócrata y el rival republicano, Mitt Romney, el mandatario aseguró que la carencia de una reforma migratoria que legalice a los millones de inmigrantes indocumentados era el mayor fracaso de su Administración y prometió que empujaría nuevamente el proyecto en el primer año de su segundo mandato si era electo. Pero no hizo mención a los récords de deportaciones que registra su gobierno.

Once días después de la segunda promesa, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) contabilizó casi 410 mil deportados durante el año fiscal 2012, estableciendo una cuarta marca sucesiva y el mayor número de expulsiones en la historia de Estados Unidos.

Cambio de rumbo

Pese a ello, el primer martes de noviembre del año pasado Obama ganó un segundo mandato de cuatro años gracias al respaldo del voto latino: el 71% de los 12.2 millones que acudieron a las urnas se inclinó por la opción demócrata y enviaron a ambos partidos un claro mensaje: la reforma migratoria, con una vía para legalizar a los 11 millones de indocumentados, debe ser debatida y aprobada durante el primer año del segundo mandato. Si no, usarán el poder del voto para castigar a los responsables del fracaso en las siguientes elecciones.

Cinco días después de la victoria de Obama, los senadores Charles Schumer (demócrata de Nueva York) y Lindsey Graham (republicano de Carolina del Sur) anunciaron que retomaban un proyecto bipartidista suspendido en marzo de 2010. El anuncio se convirtió en el “acuse de recibido” del mensaje hispano y dejó en claro que, de ahora en adelante, ningún candidato podrá sentarse en la Casa Blanca si no cuenta con el respaldo de la mayoría de sus votos.

Entre noviembre y enero el escenario de la reforma migratoria cambió radicalmente en Washington DC. Otros seis senadores se sumaron a Schumer y Graham para crear el Grupo o Pandilla de los Ocho (cuatro demócratas y cuatro republicanos) y redactaron un proyecto amplio basado en un fuerte componente de seguridad que incluye un camino a la ciudadanía para indocumentados que están en el país desde antes del 31 de diciembre de 2011 y carecen de antecedentes criminales.

El primer paso

El plan S. 744 fue aprobado el 27 de junio por 68 votos a favor y 32 en contra. Pero el liderazgo republicano de la Cámara de Representantes lo bloqueó y anunció dos caminos: que debatiría un proyecto propio y que estaba en vigor la regla Hastert, que sólo permite enviar al pleno iniciativas que cuenten con el respaldo de la mayoría de la mayoría, es decir 118 de los 234 asientos republicanos en esa instancia del legislativo.

La postura, diseñada por el ala ultraconservadora comandada por el Tea Party, se impuso y fue la misma que prevaleció en los últimos tres meses durante el debate del presupuesto, que llevó al cierre parcial del gobierno durante 16 días y condujo al país al borde de la suspensión de pagos, lastimando con ello su credibilidad internacional.

La estrategia republicana falló. Un acuerdo bipartidista de última hora aprobado por el Senado el 16 de octubre y respaldado por la Cámara de Representantes, puso fin a la crisis fiscal y permitió la reapertura del gobierno.

Tomando la batuta

Entre el primer y el segundo voto, Obama citó el bipartidismo como el único camino para la solución de los problemas, llamó a los republicanos a retomar cuanto antes el tema de la reforma migratoria e invitó a la Cámara de Representantes a votar el plan de reforma migratoria que en junio aprobó el Senado.

Un día después, el mandatario prometió ante las cámaras de Univision 34 de los Angeles, California, que presionaría al Congreso sobre el tema y el jueves, durante una conferencia de prensa, reiteró su postura y llamó al Congreso a concluir el trabajo que avanzó el Senado.

También dijo que, al igual que lo sucedido con la crisis fiscal, en el pleno de la Cámara de Representantes “están los votos” para aprobar una reforma migratoria comprensiva en cualquier momento y que la decisión está en manos del liderazgo republicano en manos del presidente del Congreso, John Boehner (Ohio).

Si Boehner baja la regla Hastert, los demócratas y la Casa Blanca aseguran que tienen un mínimo de 195 de los 201 votos en la Cámara más el voto de unos 40 republicanos. Para aprobar la reforma migratoria sólo se necesitan 218.

Obligados a “cooperar”

El sábado Obama volvió a tocar el tema en su discurso semanal. Dijo que las “crisis creadas artificialmente en las últimas semanas realmente han tenido un efecto perjudicial sobre los trabajos y el crecimiento” y advirtió que “es comprensible que la frustración de los ciudadanos con lo que ocurre en Washington sea mayor que nunca”.

También señaló que demócratas y repubicanos tienen la obligación de “cooperar”, de ponerse de acuerdo, porque “no hay razones” para no poder “gobernar de manera responsable” y que el segundo objetivo después de arreglar el problema del presupuesto y la deuda es aprobar una reforma migratoria, algo que se debe lograr “para finales de este año” y que la mayoría de los ciudadanos considera “el camino correcto”.

Las organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes lanzaron un mensaje de apoyo a Obama para aumentar la presión sobre el liderazgo republicano en la Cámara y recordaron que en las dos últimas elecciones presidenciales fue el voto latino el que llevó a Obama a la Casa Blanca, o dicho de otra manera, impidió que los republicanos sentaran a un presidente en la Oficina Oval. Y que todo dependerá, a partir de ahora, del comportamiento de ambos partidos con la reforma migratoria.

Todavía no hay señales

Mientras, el liderazgo republicano de la Cámara de Representantes insiste en seguir debatiendo una reforma migratoria por pedacitos, ninguna de ellas garantiza la legalización de los 11 millones de indocumentados. Pero el diario USA Today aseguró el domingo que Paul Ryan, el ex candidato vicepresidencial republicano de 2012 –que perdió la contienda junto con Mitt Romney-, ha estado reuniéndose con varios demócratas para conseguir que “se haga algo”.

De mantenerse esta estrategia, es probable que se imponga el llamado de Obama, sobre todo teniendo en cuenta que unos 4.4 millones de indocumentados tienen hijos ciudadanos estadounidenses que pueden votar en el 2016 e inclinar la balanza.

Mientras demócratas y republicanos deciden qué hacer, el Talón de Aquiles sigue siendo la ciudadanía. La Casa Blanca respalda un plan como el del Senado y el ala ultraconservadora se opone a concederle una amnistía a los indocumentados.

Un posible arreglo

Una solución, citan activistas pro inmigrantes, estaría en eliminar la palabra “ciudadanía” y abrir un camino a la residencia legal permanente para los indocumentados que califiquen y mantener la vigencia de la actual ley en este campo, que permita a quienes tengan un mínimo de cinco años como residentes legales permanentes optar por la ciudadanía estadounidense. Pero no incluir el término en el plan de reforma.

Otros comparten la postura que ya en algún momento ha externado la Casa Blanca y varios congresistas demócratas y republicanos, que de apruebe cuanto antes y proyecto para que se convoque un Comité de Conferencia que armonizará los planes del Senado y de la Cámara, y enviará un proyecto final para la firma del presidente.

“Lo haré de inmediato”, ha asegurado Obama en los últimos meses.

El camino de la reforma migratoria se clarificará en las próximas semanas entre negociaciones a puertas cerradas y campañas para inundar con llamados el Congreso, envío e cartas, mensajes de texto, e-mails, lobby y rezos de feligreses de iglesias de distintas denominaciones.

El otro escenario, del que pocos hablan, es el que construyeron los republicanos durante la crisis fiscal a riesgo de perder protagonismo en las urnas: cómo reparar las rupturas internas, recuperar la unidad para enfrentar a los demócratas y determinar si, dentro de esa estrategia, la reforma migratoria ayudará en la consecución de esos objetivos.

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País

Estados Unidos

Temática general
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Temática específica
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