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Con cloro, migrantes se blindan de una desgracia más

Publicado el 31 de marzo de 2020
por Gabriela Martínez. Foto por Gabriela Martínez
Gael es uno de los niños del refugio para migrantes Juventud 2000; mientras juega sobre el piso frío del que ahora es su hogar, le pregunto si le tiene miedo al virus y responde con un contundente sí, para luego explicar que ese virus —Covid 19— “es un insectito que mata viejitos y, por eso, como papá está en Guatemala, me va a tocar cuidar a mamá”.
Él y su madre son dos de los más de 90 migrantes que se encuentran en ese albergue, la mayoría mexicanos y centroamericanos que van en tránsito hacia Estados Unidos y fueron retornados como parte del Protocolo de Protección a Migrantes, o que simplemente están esperando su oportunidad para solicitar asilo.
Ambos corrieron con suerte. Gael, un niño de no más de siete años, con bracitos como espagueti color chocolate, y su mamá alcanzaron a entrar a Juventud 2000 antes de que el director de ese lugar, José María García Lara, Chema, cerrara las puertas para otros migrantes, como una medida para proteger del contagio de coronavirus a quienes ya están adentro.
Cada mañana, el niño se sienta en una de las sillas de plástico que le sirven como butaca de cine, colocadas una tras otra, adelante y atrás, todas plantadas frente al televisor, mientras que todo alrededor es limpiado por los inquilinos. Los niños miran su segunda película y aún no es ni mediodía.
Alrededor del cinema improvisado en el refugio, todos limpian con cloro sus casitas de campaña, porque esas telas casi descoloridas son sus habitaciones. Lanzan el líquido como si fuera agua bendita, esperando que si no limpia los pecados, al menos los proteja de virus y bacterias. Las gotitas y el olor se funden en el piso, las sillas, la tele y hasta en los juguetes, en todo.
Mientras los niños miran el televisor los grandes hacen lo que pueden por blindarse de una desgracia más, no la de la violencia ni la de la pobreza, como la mayoría que llega para escapar de una de esas dos, aunque los más desdichados huyen de ambas, pero esta vez se trata de protegerse de un virus del que sin pena ni gloria también les resulta una amenaza.
“Nadie nos ha dicho cómo le vamos a hacer ni qué se debe hacer en caso de un contagio”, explica con voz angustiada el director de Juventud 2000, “desde hace dos semanas empezamos a limpiar, es lo que podemos hacer, tenemos cuatro botecitos de [gel] antibacterial y cloro, es todo lo que tenemos”.

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