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Notas sobre niñez migrante: De la sorpresa a la acción

Notas sobre niñez migrante: De la sorpresa a la acción

Publicado el 14 de agosto de 2014
por Leticia Calderón Chelius en Sin Fronteras IAP

Hace poco más de un mes se difundió la noticia de que estaban llegando a la frontera de México con Estados Unidos (especialmente en la región del Valle de Texas) números sin precedentes de niños migrantes viajando solos sin la compañía de un adulto. Las imágenes de esos niños aglutinados en centros de detención se acompañaron de explicaciones a bote-pronto de numerosos opinólogos sorprendidos por la noticia, las cuales se complementaron con la evidente incapacidad de los gobiernos de origen de  la mayoría de estos niños migrantes (México y Centroamérica), para articular  siquiera una  explicación del porqué se inició este éxodo. 

Primero: Las autoridades de los países de origen de los niños migrantes y de Estados Unidos, especialmente los lugares a donde llegaron masivamente estos niños, se mostraron públicamente sorprendidos con el número tan abultado y las circunstancias en que emigraban esos niños (la esposa del presidente de Honduras incluso lloró al hablar del tema mientras su esposo  apoyaba a su equipo en el mundial en Brasil). Pero no hay que dejarse engañar, la supuesta sorpresa de las autoridades no era tanto por la llegada de niños no acompañados, ya que éste es un fenómeno que se ha dado de manera sostenida por lo menos los últimos 10 años, sino porque hubo un aumento sin precedentes en el número de esos niños provenientes no sólo de México, sino sobre todo de Centro América (Honduras, El Salvador y Guatemala especialmente). Este es el dato relevante que hizo que el tema escalara en importancia, sobre todo para Estados Unidos, donde estos miles de niños buscan llegar y finalmente quedarse. Pero, ¿qué hace diferente este flujo migratorio de otros? La explicación es bastante simple y al mismo tiempo muestra una gran complejidad: existe un acuerdo entre México y Estados Unidos el cual autoriza que los niños migrantes mexicanos no acompañados, al provenir de un país con quien hacen frontera, sean deportados de manera inmediata sin derecho a una audiencia ante autoridad migratoria  estadounidense alguna, mientras que los niños de Centroamérica, al no provenir de países limítrofes con Estados Unidos, tienen derecho a permanecer en ese país sin ser deportados de manera inmediata y poder entonces presentar su caso ante una corte para tratar de obtener una visa humanitaria o de asilo político, si su situación lo amerita. 

Así pues, la diferencia en el tratamiento jurídico hacia los niños mexicanos respecto a los niños centroamericanos (o procedentes de cualquier otro país no fronterizo con Estados Unidos) provocó que los miles de niños mexicanos que por años han buscado ingresar a Estados Unidos huyendo situaciones de violencia o buscando reunirse con sus padres exactamente igual que los niños centroamericanos, hayan sido casi imperceptibles para la opinión pública nacional y, para las autoridades mexicanas, un procedimiento fronterizo más. De acuerdo al U.S. Customs and Border Patrol, desde México han viajado un promedio de 13 mil niños no acompañados por año desde 2009 a la fecha, por tanto, lo que “sorprendió” en esta ocasión es que por primera vez el flujo desde Centro América se niveló con el de niños mexicanos e incluso, en el caso de los niños hondureños, llegó a ser ligeramente mayor (15 mil 027 niños migrantes hondureños según datos de 2014).  

Por tanto, esta situación no causa sorpresa para las organizaciones que han trabajado por años en este tema y han denunciado de mil formas la violación a acuerdos que incluyen, para el caso de los niños mexicanos, ser deportados ipso facto, sin asegurar el retorno seguro y custodiado por autoridades de ambos lados de la frontera que nunca ha sido como se estipuló (ver IMUMI, International Detention Coalition –México- Redim -Red por los derechos de la infancia-, Ririki intervención social, Sin Fronteras I.A.P., por mencionar algunas). Para el caso de los niños centroamericanos (11 mil 436 salvadoreños y 12 mil 670 guatemaltecos a la fecha), lo inusual fue el incremento que si bien se había dado en años anteriores, había ocurrido en números bastante mesurados y esta vez casi se quintuplicó. 

Segundo: Con lo mencionado anteriormente, es  claro que el hecho de definir la crisis actual como la de “niños centroamericanos” –por parte de los gobiernos involucrados, especialmente el mexicano- es una estrategia que busca  evitar incluir a los niños mexicanos como parte de este proceso que implicaría reconocer que las causas del éxodo de niños mexicanos, por violencia, extorsión, abandono, soledad, son las mismas que las que se imputan al flujo de niños centroamericanos. Sobre todo porque con los acuerdos firmados por el gobierno de México los niños de nuestro país que huyen no tienen ni siquiera la posibilidad de ser candidatos a una protección internacional vía visas humanitarias o de asilo, cuando el caso se justifique como un miedo creíble que la autoridad estadounidense requiere. México le quitó esa posibilidad de apelar a la protección internacional a miles de niños que no encuentran protección en las instancias de su país que deberían protegerlos, tales como la propia familia, albergues, escuelas, el Estado como un todo y que claramente, muestra su extrema incapacidad ante este tema. 

Tercero: La crisis que destapó la migración de niños mostró distintas caras hacia un mismo proceso. Por un lado, el acento se ha puesto en mostrar la disputa político electoral interna en el Congreso estadounidense, donde sobresale la negativa  de los republicanos para apoyar con recursos la atención de los niños recién llegados, y más bien se insiste en mayor protección y militarización de la frontera. Por otro lado, se dice poco lo que significa en términos de hospitalidad universal que haya comunidades y gobiernos locales en ese mismo país (California, Nueva York), que han decidido dar apoyos directos a estos niños más allá del debate a nivel federal. Esta diversidad de voces de un país como Estados Unidos es un punto que frecuentemente sale de los reflectores mexicanos y vale la pena tenerlo presente. 

En México, esta crisis sacó de la congeladora al DIF, que desde el cambio de sexenio y por mezquindades internas simplemente se rezagó, aún más cuando precisamente el tema de la niñez migrante fue de los temas favoritos de la ex primera dama que, irónicamente en esos años (2006-2012), tuvo sus peores momentos en altos números de migración infantil no acompañada y condiciones de retorno muy cuestionables. Pero como parte de la desgracia nacional que suele acompañarnos al cambio de todo sexenio, la visibilidad que se le había dado al tema, lo volvió tabú, y simplemente se abandonó o “se le hizo el feo”. Ahora, se tiene que retomar y el DIF tendrá que reaparecer (en todos los campos no sólo el de niñez migrante), porque hasta ahora quien ha dado la cara en este tema es la cancillería que insiste en decir que los niños centroamericanos sólo pasan por México, que aquí somos el territorio por el que cruzan hacia “su sueño americano”, sin mencionar que la mayor parte de las violaciones  a sus derechos humanos, de un nivel extremo de violencia  inaudito por lo sabido del tema, se da en México, su pesadilla. 

Respecto a los gobiernos centroamericanos este proceso ha mostrado sus diferencias de una manera muy nítida. Mientras hay quienes entienden claramente que el problema está en su origen y destino como un proceso circular, no eluden hablar de las causas de la migración como resultado de las políticas internas de cada país, otros siguen pensando que un apoyo económico es la única vía para solucionar la situación de pobreza estructural que los aqueja. Esta ayuda es fundamental y esperada, no en vano es una cuestión donde el extremo de la pobreza ya le está pasando la factura a quien ha acumulado precisamente a costa de extraer a otros, pero esto no puede  darse tampoco si no hay un proyecto claramente diseñado. Así, en todas las ideas, sugerencias que se empiezan a  mencionar, no se oye una sola voz que señale algunos de los problemas estructurales que van más allá de la violencia de pandillas que tienen contra la pared a los estados (como ocurre también en zonas de México). Solo por incluir un posible tema de carácter estructural: ¿y si se empieza  discutir sin moralismos el tema del control natal? Este es un factor determinante en los procesos migratorios, ya que las madres migrantes, especialmente las centroamericanas, en un alto porcentaje fueron embarazadas niñas (por tanto madres extremadamente jóvenes) y el número de sus hijos (en promedio 5) explica también la dificultad para salir  adelante. Si eso se cruza con una baja escolaridad de las propias madres, se ve un camino que se puede empezar a trazar a mediano plazo.  

A un poco más de un mes de visibilizado el tema de los niños migrantes ante la opinión pública, y luego de ver caras sorprendidas con el tema y  explicaciones  muy diversas (que coinciden en lo fundamental), éstos siguen caminando rumbo al norte a través de México, país de horrores. Estos niños caminan para encontrar lo que todo niño quiere y merece, un lugar calientito, seguro, acogedor, limpio, las posibilidades de educarse, jugar, aprender, reír, comer sano (comer), recibir atención médica si la requieren, florecer. Pero sobre todo, buscan tener cerca unos brazos que los protejan, les den cariño, seguridad y les brinden, en la medida de lo posible y de las propias condiciones de cada uno, eso que le llaman derechos, que para los niños migrantes de universales sólo tienen el nombre o bien, al parecer, para ellos no son otra cosa que un cuento de esos que en realidad tendría que ser leído amorosamente justo antes de ir a dormir. No son números. Son niños.

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