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La frontera mortal
La frontera mortal
Publicado el 29 de octubre de 2013
por Christine Kovic en Programa de las Américas. Boletín ?Especial Migración: Reforma migratoria, violencia y violaciones de derechos humanos de las y los migrantes
La relación causal entre las muertes de hombres, mujeres y niños migrantes y las políticas de seguridad estadounidense en la frontera está reconocida y en parte es intencional. Los servicios estadounidenses de inmigración y naturalización designaron una estrategia de “prevención a través de la disuasión” que crea obstáculos y dificultades para desalentar la inmigración sin papeles. Los expertos han demostrado que se genera un “efecto embudo” en el cual las prácticas de reforzamiento canalizan a los y las migrantes hacia regiones más mortales y peligrosas, como lo son los desiertos de Texas y Arizona (1).
La estrategia de disuasión establece: “la predicción es que con la interrupción de las entradas tradicionales y aquellas a través de rutas de contrabando, el tráfico será disuadido o forzado a pasar por terrenos más hostiles y menos apropiados para ser atravesados, y así será más viable aplicarla” (2). La estrategia fue emitida en el plan estratégico de 1994. No es coincidencia que ese mismo año entrara en vigor el Tratado de Libre Comercio para América del norte (TLCAN), que provocó un alto aumento de la migración desde el México rural hacia Estados Unidos.
De Sin papeles a No identificado
Los “obstáculos” en el camino de las y los migrantes sin papeles incluyen daños físicos, enfermedad y muerte. Para las familias de quienes migran, la muerte de sus seres queridos no siepre es el final de este feo viaje, ya que muchos cuerpos que son encontrado en el desierto no son identificados, y las y los migrantes quedan como desparecidos.
En Texas es un requisito de ley que se haga la prueba de AND a los restos humanos, sin embargo no se realiza de una forma estandarizada y coordinada que permita identificar a los muertos. Las y los migrantes se ha convertido en los “nuevos desaparecidos”, para utilizar el términos que en los años de 1970 a 1980 se usaba para llamar a quienes desaparecían en los contextos de guerra civil y regímenes militares represivos en Centroamérica y Sudamérica.
Las actuales “desapariciones” son producto de la letal mezcla entre las políticas de inmigración de Estados Unidos, su aplicación en la frontera y políticas económicas neoliberales en la región, como el TLCAN y el Tratado de libre comercio de Centroamérica (CAFTA, por sus siglas en inglés), los cuales han desplazado tanto a campesinos de pequeña escala como a trabajadores urbanos. Tal como sucedió con las personas desaparecidas en las décadas pasadas, sin saber el paradero de las personas, las familias con pocos recursos continúan en vano la búsqueda de sus seres queridos.
En respuesta al incremente de las muertes en la frontera, Houston Unido (una coalición de organizaciones comunales que trabajan en la defensa de los derechos humanos de forma amplia) emitió recientemente un comunicado titulado “Buscando a los vivos, los muertos y los nuevos desaparecidos en la ruta migrante de Texas” (3). Basándose en la información recabada por Houston Unido, el Proyecto de derechos civiles de Texas, Los ángeles del desierto y Eddie Canales, entre otros, el reporte proporciona un panorama de las causas de tales muertes, así como recomendaciones dirigidas a atender esta crisis humanitaria. Los objetivos clave del reporte son llamar la atención hacia la crisis y hacer un llamado a las autoridades para que actúan en pro de prevenir las muertes.
El año pasado las muertes de personas que cruzan la frontera alcanzó el record histórico. La patrulla fronteriza reportó 271 muertes en el estado al cierre del año fiscal de 2012, mucho más alto que otros estados juntos.
Estos números dicen solo parte de la historia. En el escabroso terreno que atraviesan los migrantes, muchos restos no son encontrados jamás. Debido a la baja densidad poblacional y a lo intrincado del follaje del desierto en las áreas rurales de Texas, los cuerpos puede que no sean localizados en días, semanas e incluso meses. Para evitar las detecciones, detenciones, y deportaciones, las y los migrantes pasan por zonas desoladas.
El estrecho criterio de la patrulla fronteriza para clasificar las muertes de migrantes no incluyen los restos que son encontrados o recuperados por residentes locales, migrantes o grupos humanitarios en la región. Además, los cuerpos que son recuperados en México luego de ser arrastrados por el río Grande también quedan excluidos del conteo de la patrulla fronteriza.
Un conteo parcial de las muertes llevas a una limitada rendición de cuentas de los costos de las “políticas de seguridad” que provocan tales muertes. El diputado en jefe Benny Martínez del condado de Brooks reporta que el número de muertes en junio de este año fue más alto que el año pasado en el mismo mes (4) Se espera que e l número de decesos aumente conforme suban las temperaturas en el veranos.
La muerte de migrantes aumenta aun cuando el número de gente que intenta cruzar la frontera Estados Unidos-México ha disminuido. Esto quiere decir que la frontera se ha vuelto más mortal. La migración desde México ha decrecido significativamente en los últimos años, debido sobre todo a la recesión económica de Estados Unidos. Las aprensiones de la patrulla fronteriza son las más bajas en décadas. Las 340 mil 252 aprensiones del 2011 representan una vuelta a las cifras de 1971.
Para obtener el promedio de muertes de migrantes que cruzan la frontera, investigadores de la Universidad de Arizona las calculan en relación a las 100 mil detenciones de la patrulla fronteriza (5). Ésta reportó en 2012, 463 migrantes muertos en el conjunto de los estados fronterizos. Este es el número más alto, con excepción del 2005, cuando la patrulla detuvo tres veces más migrantes que en 2012. En el condado de Pyma, Arizona, la oficina del servicio forense documentó 147 muertes de migrantes por cada una de las 100 mil aprensiones de la patrulla en 2012 (6). En el estado de Texas, hay 152 migrantes muertos por cada 100 mil aprensiones. La tasa de muertes en Texas saltó 22 por ciento tan sólo de 2011 a 2012. Esto implica seis veces lo que se dio en 2006.
Más migrantes no-mexicanos, principalmente de Guatemala, Honduras y el Salvador, están siendo aprendidos en la frontera sur de Estados Unidos. Mientras que estas aprensiones representaban el 11 por ciento del total en el año fiscal de 2010, en 2011 subieron al 14 por ciento y al 26 por ciento en 2012. De acuerdo a la Aduana y a la Patrulla fronteriza, en 2012 por primera vez fueron mayoría los no-mexicanos (51 por ciento) que ingresaron por el sector del valle del río Grande. También constituyen un significativo aumento de personas que entran por otras regiones de la frontera de Texas. Estas y estos migrantes han ya sufrido un largo, extenuante y peligroso viaje atravesando México, en lo que se ha convertido una frontera vertical de más de mil 600 kilómetros antes de llegar a la frontera con Estados Unidos (7).
Luego de casi veinte años de aplicación, una creciente proporción de gente que cruza la frontera está muriendo. Con más agentes fronterizos, un muro y nuevas tecnologías, que incluyen helicópteros Black hawk, drones y sensores de movimiento, los migrantes han sido alejados de las zonas pobladas y urbanas, hacia regiones aisladas. Un reciente seria de artículos publicados en el New York Timesseñala un cambio en el cruce de la frontera que va hacia el sur de Texas ya que la aplicación se ha intensificado en Arizona (8). Aun cuando en el senado de Estados Unidos se debate la reforma migratoria, los políticos presionan para que se incremente la seguridad en la frontera sin hacer mención de las muertes causadas por la inhumana aplicación de prácticas.
El aumento de muertes en la frontera debe ser visto en el contexto más amplio de una creciente criminalización de la migración en Estados Unidos. Un buen ejemplo son el número de deportaciones, el cual alcanzó su ápice en el año fiscal de 2012, cuando el Control de Aduanas y Migración (ICE, por sus siglas en inglés) reportó más de 400 mil deportaciones. El ICE reportó que el 55 por ciento de esas deportaciones correspondían a criminales convictos, sin embargo es una afirmación equívoca porque el reingreso al país luego de una deportación ahora es considerado un delito. Como resultado directo de las deportaciones, muchas personas son repatriadas a sus países de origen aun cuando hayan vivido y trabajo en Estados Unidos durante décadas.
Estas políticas dividen familias, separando a miles de padres y madres de sus hijos, quienes tienen la ciudadanía. En el periodo bianual de 2010 a 2012, más de 200 mil deportaciones involucraron a padres y madres con hijos que contaban con la ciudadanía estadounidense. Esto fue documentado ampliamente en 2012 por el Centro de investigación aplicada (9). Un reciente estudio de la Universidad de Arizona encontró que 1 de cada 4 persona deportada tenía un hijo menor de 18 años que era ciudadano estadounidense. No es de extrañar, entonces, que muchas personas deportadas esperan poder regresar con sus familias, a sus hogares y trabajos en los Estados Unidos (10). Las y los migrantes regresan para estar con sus familias, no sólo a pesar del riesgo de ser detenidos, sino de morir en el camino, ya que deben cruzar la frontera en condiciones de peligro (11).
Sumado a la tragedia de perder la vida, en Texas sin el sistema de identificación de ADN de los cuerpos, algunos migrantes son enterrados en fosas comunes. Esto quiere decir que sus familiares no pueden localizarles y enterrarles, o no pueden siquiera saber que han muerto.
El condado de Brooks, a 112 kilómetros al norte de la frontera, el año pasado obtuvo el record de muertes de migrantes en la Texas. Basándose tan sólo en los restos recuperados, 129 migrantes murieron el año pasado. El puesto de control de la patrulla fronteriza en Falfurrias, en el condado de Brooks, se ubica a lo largo del corredor que usan los coyotes para pasar mirantes hacia Houston y otras ciudades. Para evitar ese puesto de control, las y los migrantes deben caminar kilómetros en el hostil desierto. Las historias de sobrevivientes revelan que los coyotes les dejan detrás cuando se lastiman, se enferman o están muy cansados como para proseguir el camino. Así como México representa una frontera vertical que debe ser atravesada por los migrantes centroamericanos, el sur de Texas representa una frontera vertical, pero a menor escala. El puesto de control de Falfurrias es uno de los muchos puestos de control.
Rafael Hernández, de Los ángeles del desierto, es un voluntario del grupo de búsqueda y rescate que ha ayudado a localizar migrantes en la región fronteriza. El año pasado comenzó a recibir llamadas de familiares y amigos de personas que buscaban a sus seres queridos en la región de Falfurrias. Hernández vive en San Diego, pero como aumentó el volumen de llamadas en el sur de Texas, pasó a Houston en su camino a Falfurrias. Explicó su trabajo y preocupación por la gente desaparecida en una reunión de Houston unido. En el condado de Brooks, Hernández supo que los cuerpos recuperados de migrantes eran enviados a la funeraria de Elizondo, y que eventualmente eran enterrados en el cementerio del Sagrado corazón, sin que les hubiera hecho la prueba de ADN.
Buscando a los desaparecidos
El 1 de mayo del 2013, Houston unidos realizó una vigilia por los derechos de los trabajadores y de los inmigrantes para recordar a quienes han muerto cruzando la frontera. La gente se reunió en la parte este de la ciudad, en un histórico barrio mexicano-estadounidense, cerca de la iglesia católica de “nuestra señora de Guadalupe. Colgaron carteles con los nombres de algunas personas “desaparecidas”, y pusieron cruces blancas por aquellas personas que han muerto. En ese evento, Marta Iraheta compartió la historia de su sobrino y un amigo de él, dos jóvenes salvadoreños, quienes desaparecieron en su viaje por el sur de Texas. Ella armó la historia a través de quienes viajaron con ellos.
“El 19 de junio llegaron a Reynosa, y el 1 de julio comenzaron a caminar por el desierto. Sin embargo el amigo de mi sobrino ya estaba deshidratado, pero encontró agua… De repente, según me contó alguien que estaba con ellos, simplemente el amigo se colapsó y cayó al piso. El coyote que les acompañaba no hizo nada, simplemente miro hacia atrás para asegurarse que estaba muerto. Creo que ellos tomaron su identificación porque la trajeron con ellos, y no hemos vuelto a saber nada más.”
Su sobrino siguió caminando pero también se deshidrató. Incapaz de seguir caminando, se quedó ahí, a unos minutos de la autopista. Cuando Iraheta supo que su sobrino estaba desaparecido dijo “me siento en el infierno.” Viajo con Rafael Hernández al desierto, buscaron en las cárceles y entre los muertos, pero no logró localizar a su sobrino.
Un mes después se enteró de que el condado había “encontrado el cadáver del cual sólo quedaban los huesos” y que coincidía con la descripción de su sobrino. Dos fotos que su sobrino llevaba consigo estaban en los bolsillos del pantalón. Sin embargo, cuando llegó a la funeraria en Mission, Texas, el cuerpo que se suponía era de su sobrino había sido enterrado, y costaría miles de dólares exhumarlo y hacerle las pruebas de ADN.
El caso de Iraheta es uno de tantos. El año pasado, 47 de los 129 cuerpos de migrantes que el condado de Brooks recuperó no fueron identificados. De los 82 que fueron identificados, lo hicieron a través de las licencias de conducir o pro sus pertenencias. Esto es un método inexacto porque los objetos pasan de una mano a otra a lo largo del proceso de migración. Como otro indicador sobre las desapariciones, el año pasado Rafael Hernández recibió 300 correos electrónicos o llamadas telefónicas de familiares que buscaban a sus seres queridos en la región de Falfurrias.
Sin la prueba de ADN, es imposible para las familias saber con certeza lo que le sucedió a sus seres queridos, y así poder enterrarlo con dignidad. Como recordó Iraheta: “ellos encontraron un cadáver que estaba en los huesos, y como yo lo reconocí fui a Mission, Texas, para ver las pruebas. Él tenía dos fotos en sus bolsillos, pero no sabemos con certezas que fuera él. Necesitamos el ADN para saber que en realidad era él, pero en Texas no hay ADN. Necesitamos que el gobierno nos ayude con el ADN para tomar muestras de eso a nuestros familiares y así saber si son compatibles. Sin eso no podemos hacer nada. Hay muchas familias que dicen ‘mi hijo, mi papá o mi mamá se perdieron ahí’”.
Los familiares, los activistas locales y grupos humanitarios luchan no sólo para que los muertos sean identificados, sino que, y más importante, los migrantes ya no mueran en su intento por cruzar la frontera. Esto implica alejarse de la aplicación de políticas centradas en la militarización, separación de familias, y la criminalización de los trabajadores con bajos sueldos. Esto quiere decir que las políticas de migración se centren en el respeto de los derechos humanos y en la interconexión de la seguridad humana, lo cual incluye a las comunidades en la región fronteriza.
En la vigilia del 1 de mayo en Houston, María Jiménez, activista de los derechos humanos, mencionó dos formas como las injustas muertes pueden movilizar las consciencias y demandar respuestas. “Hoy llamamos a los muertos a acompañarnos en nuestras luchas, para que nos ayuden a romper el silencio. Este silencio que rompemos juntos, los vivos y los muertos, puede ayudar a construir un mundo más justo, una vida digna para todos.”
Christine Kovic es Profesora Adjunta de Antropología en la Universidad de Houston-Clear Lake. Ha dirigido investigaciones por los Derechos humanos en Chiapas, México por casi dos décadas. Escribe sobre inmigración y derechos humanos para el Programa de las Américas www.cipamericas.org.
Clasificación
País
Estados Unidos
Temática general
[Frontera][Frontera]
Temática específica
[44][45]
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